El jardín El Capricho de la Alameda de Osuna es uno de
los espacios verdes que conforman el patrimonio artístico-natural de Madrid. Se
trata de uno de los parques más bellos de la ciudad y, paradójicamente, es
todavía un gran desconocido para los madrileños.
Este jardín de 14 hectáreas , ubicado
en el distrito de Barajas, nace sobre 1784 cuando los Duques de Osuna, una de
las familias más ilustradas y poderosas del momento, adquieren esta finca para
dar rienda suelta a sus inquietudes artísticas y para alejarse de la gran
ciudad. Fue la duquesa, doña María Josefa de la Soledad Alonso
Pimentel, la principal impulsora de este parque. Considerada como la mujer más
inteligente de la época y protectora de artistas, toreros e intelectuales, creó
en la finca un auténtico paraíso artístico-natural frecuentado por las
personalidades más ilustres de la época y en el que trabajaron los artistas,
jardineros y escenógrafos con más prestigio.
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Paseo de los Duelistas |
María Josefa Pimentel,
duquesa de Osuna (1752–1834), casada con el noveno duque de Osuna, Pedro
Téllez-Girón, fue una de las damas más importantes de la nobleza de la época, y
mecenas de artistas.
En 1783 compró un terreno en
las afueras de Madrid para construir una finca de recreo. Un año después, el
arquitecto de la corte, Pablo Boutelou, expuso un proyecto inicial para el
jardín. Empezó a construirse en 1787, terminándose finalmente 52 años más
tarde, en 1839. La duquesa falleció sin ver completamente concluido el recinto,
en 1834.
A la muerte de la duquesa,
su primer nieto heredó el ducado de Osuna y con él El Capricho. Sin embargo,
cuando muere, el ducado de Osuna pasó a manos de su hermano, con quien llegaría
el primer declive. Auténtico derrochador y de carácter excéntrico, perdió toda
la fortuna familiar por lo que a su muerte, la finca hubo de ser subastada para
liquidar sus deudas. Pasó entonces a manos de la familia Baüer. A pesar de que
mantuvieron el paraje en un aceptable estado de conservación, su decadencia ya
no tenía marcha atrás y poco a poco fueron vendiéndose sus pertenencias.
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Plaza de los Emperadores |
Durante la Guerra Civil , lo que
había sido un lugar de recreo se convirtió en Cuartel General del Ejército del
Centro, de cuya época queda un entramado de búnkers que recorre el jardín.
Finalizada la guerra, la finca pasó por manos de varias inmobiliarias hasta que
en 1974 el Ayuntamiento de Madrid comprase el parque y varios años después
comenzase su restauración. Tras varios periodos de abandono, fue recuperado en
1999, trabajo que en 2001 le valió el diploma Europa Nostra.
A la finca se accede por una
plaza circular que en su momento albergó corridas de toros y que da lugar al
Paseo de los Duelistas, con dos esculturas que representan la distancia que
separa a dos personas que se baten a muerte. Más adelante, la Plaza de los Emperadores,
con los bustos de doce emperadores romanos, y la Exedra , una construcción
descubierta de planta semicircular y reminiscencias clásicas, llevan al
visitante a los jardines anteriores al palacio.
El laberinto, concebido para el juego amoroso y los escondites, está hecho con laurel y respeta los planos del que se plantó en vida de la duquesa.
Por su parte, el palacio -del que sólo se conservan las paredes tiene tres plantas, rematadas por cuatro torreones. En el interior de la construcción, que hoy depende del ministerio de Cultura, se distribuían las dependencias del servicio pero también un majestuoso salón de baile, comedores, una biblioteca que llegó a contar con 6.000 volúmenes, y las alcobas y gabinetes de los miembros de la familia. Gran impulsora de las artes, las habitaciones privadas de la familia estuvieron decoradas con obras de los más importantes artistas de la época de tal manera que El columpio, Las cuatro estaciones, La merienda campestre o La pradera de San Isidro de Goya, fueron pintados para las dependencias de la duquesa.
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Fuente de las ranas |
Cerca del palacio se
encuentra el templete de Baco, una construcción de estilo clásico con planta
ovalada, rodeada de doce columnas jónicas y situado sobre un promontorio que le
convierte en uno de los parajes más románticos del jardín.
Al margen de los jardines, la finca cuenta con una serie de edificaciones de carácter efímero y singular que convirtieron al paraje en una especie de parque temático. Para el divertimento y el juego de niños y grandes se levantó un fortín, con foso y cañones incluidos, en el que da comienzo la ría que recorre gran parte del jardín.
La duquesa ordenó construir estanques, que conectaban el canal principal que recorre el parque con el salón de baile, que es donde se llevaban a cabo las fiestas que daba. Este edificio se levanta sobre un pequeño manantial (donde se puede observar la figura de un jabalí que permanece bajo un arco mirando hacia el riachuelo), del que se surtía de agua el resto del parque.
Además, hizo plantar miles
de ejemplares por todo el lugar de su flor favorita, la lila.
Tras décadas de relativo
abandono, en 1974 fue comprado por el Ayuntamiento de Madrid, y en 1985 fue
declarado Bien de Interés Cultural. Un año más tarde comenzó una reforma que,
en cierta medida, continúa actualmente. El recinto está siendo estudiado para
acometer reformas y recuperación que permitan visitar y contemplar más zonas de
este hermoso y curioso lugar.
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