Su construcción fue encargada por María Diega Desmaissières y Sevillano, condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano, al arquitecto Ricardo Velázquez Bosco y se inauguró en 1887 como poblado agrícola para la familia. El nombre lo tomó del que ostentó durante los siglos XVII y XVIII Iriépal, en cuyo término municipal se ubicó hasta que éste se unió a Guadalajara en 1964, y que finalmente quedó para la finca que albergaría más tarde el poblado. Consta fundamentalmente de un gran edificio central, con corrales, graneros, amplio patio, cuadras, etc.; una capilla minúscula precedida de cementerio; una serie de viviendas adosadas, de dos pisos; un palomar gigantesco, cilíndrico, va entre los campos de míes, y un par de grandes pozos con norias para extraer el agua con abrevaderos adjuntos para el ganado. También existen aún diversos almacenes, una caseta junto a la carretera de Cuenca, y una entrada subterránea a un espacio hoy derrumbado de uso incierto, quizás bodega.. Ocurrió, pues, que al recuperar Iriépal su antiguo nombre, el usado de Villaflores quedara como nominativo de una de sus más amplias parcelas. Y en ella instaló esta familia su poblado agrícola.
Todos los edificios son grandiosos, perfectamente acabados, bellísimos de composición. En ellos alterna el ladrillo con el sillarejo calizo, siempre tratado con el meticuloso cuidado de unos indudables planos previos, en los que no sería muy aventurado pensar que habrá puesto la mano el arquitecto Velázquez Bosco. El edificio central es de proporciones inmensas. Su frente está formado por gran portalón rematado en cuerpo con el nombre del poblado, el escudo de la familia, el año de la construcción (1887) un reloj y un campanil, y a ambos lados aparecen cinco ventanales por lado, con frisos de ladrillo y segunda línea en lo alto de ventanas más pequeñas.
El palomar no daba casi ningún trabajo al guarda de la finca, ya que la única función del mismo era alojar a las palomas para que pudieran dormir dentro y así poder aparearse. A las palomas no se las daba de comer ni de beber dentro del palomar, ya que ellas mismas buscaban comida en el campo.
Y entonces, ¿qué función tenía el palomar?, pues la función era meramente lúdica. Los dueños venían de caza a la finca una o dos veces al año, y cuando terminaba su jornada de caza de conejos y liebres, se dirigían junto al palomar del poblado donde el guarda ahuyentaba a las palomas desde el interior para que los dueños las dispararan cuando salían volando.
De los otros edificios que forman el interesante conjunto de Villaflores, destacan la pequeña iglesia o capilla, con un cuerpo avanzado en el que se abre la puerta semicircular, y un cuerpo alto en cuyo frente se adosan anchas pilastras de ladrillo sosteniendo gran friso y frontón con labores finas de ladrillo. Arriba un alto campanil.
Cada persona tenía su labor dentro del poblado. Había labradores, ganaderos, guardas y niños, los cuales iban al colegio en el propio poblado, que todos los días llenaba un aula con cerca de 30 niños y niñas. Los labradores tenían mucho trabajo porque los dueños disponían de una finca de grandes dimensiones y no era fácil mantener todas las tierras, aunque para los años 40 se disponía en Villaflores de 7 pares de mulas para trabajar.
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Casas de trabajadores |
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Almacenes |
Otro edificio curioso es el de las tinajas de aceite. Todavía quedan en pie unas pocas. Enormes tinajas de unos 3 metros de alto, aunque la mayoría están destrozadas.
En general, los edificios se caen. El agua se ha ido filtrando y poco a poco los tejados han ido cayendo
El 30 de abril del año 2010 expiró el plazo dado a la responsable de la urbanización del sector para entregar al Ayuntamiento rehabilitados los edificios de Villaflores, una de las condiciones exigidas en 2002 para recalificar los terrenos junto a la Estación del AVE en el término municipal de Guadalajara.
En junio del año 2010 se presentó una moción para que el Ayuntamiento exigiese su rehabilitación, "moción que fue rechazada con la excusa de que esperaban que las obras comenzarían antes de que finalizase la legislatura, lo que no ocurrió".
Y aquí viene la llamada de atención para cuantos tienen responsabilidades en la cosa común y pública. Aunque este poblado de Villaflores es un propiedad privada, supone sin duda alguna un importante capítulo del acervo de Guadalajara. El ayuntamiento de ella, el día en que se ponga a tener ideas geniales para hacer más grata la vida, el trabajo y esparcimiento de sus ciudadanos, pudiera ir dándose una vuelta por allí, y meditando qué puede hacer (qué convenio con los dueños, qué uso como lugar de esparcimiento, de convivencia, etc.) con Villaflores. Tras casi un año de trabajos concejiles de pura rutina, podría ser que se encontraran con que muchas soluciones a ciertos problemas no tratados (léase lugar de deportes, parque abierto para pic nic, centros juveniles, colonias infantiles veraniegas, pistas de footing, incluso centros culturales varios, de cine, de espontánea declamación o cante, etc.) tendrían un nombre y un lugar esperando: Villaflores.